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Topología del sujeto: enlaces entre ciencia, arte y psicoanálisis

por Roque Farrán

En este artículo intentaré mostrar cómo la definición canónica del sujeto del significante brindada por Jacques Lacan, configura un trazado topológico muy simple (el ocho interior) que puede funcionar como operador de lectura y, por tanto, de conexión entre diferentes disciplinas; principalmente la literatura y la ciencia. Por supuesto, se trata de circunscribir, a partir de la estructura diferencial mínima del significante, el momento fugaz en el que acaece el acto inventivo, por el cual un sujeto invierte (en sentido topológico) su goce al dividirse. Por último, se recurrirá también a mostrar la convergencia del pensamiento lacaniano con dos enfoques filosóficos que operan sobre la misma estructura compleja; me refiero a Alain Badiou y Charles Peirce.

I

El significante representa al sujeto para otro significante. Con esta definición del significante y, correlativamente, del sujeto (ob)tenemos una reduplicación de los términos de ‘la instancia de representación’ en la cual no se trata, en absoluto, de separar por un lado lo que correspondería a la dimensión de la cosa u objeto y por el otro el signo o representación; sólo contamos con un significante y luego otro, pura diferencia. En lugar del esquema clásico de representación dual (sujeto/objeto) se presenta una estructura relacional ternaria: un sujeto, que no existe sino en tanto es representado por un significante; el cual, a su vez, no es más que para otro significante. Cada uno de estos términos, insustanciales en sí mismos, conforma su materialidad anudándose mutuamente. Si no fuese así tendríamos que presuponer la existencia de un sujeto trascendental que suture eternamente –de una vez y para siempre- ambos lados de la estructura sígnica.

El efecto de representación que se desprende de la definición del sujeto por el significante nos muestra la imposibilidad de la cosa-en-sí y, al mismo tiempo, la necesidad de (su) invención. Es en este punto donde puede encontrarse cierta convergencia entre la creación de objetos artísticos, el descubrimiento científico y la invención de conceptos filosóficos o psicoanalíticos. Lo veremos en el desarrollo del texto.

Si seguimos a la filosofía, en su efectuación del giro lingüístico, entenderemos con Wittgenstein que “el mundo es co-extensivo con el lenguaje”, es decir, que nada hay fuera del lenguaje –ni del mundo-; lo cual genera un exceso irreductible en el seno del mismo, una falla intrínseca que es producto y causa de la misma reflexión sobre sí en el intento imposible de (retro)captarse. Con respecto a esta falla real del lenguaje Wittgenstein prefiere callar; mientras que el psicoanálisis, por el contrario, se aplica en desbrozar tal vía y escribir su topología: los trayectos silenciosos de la pulsión.

Sólo hay diferencia por el significante y éste no es más que pura diferencia, pero entonces ¿cómo pensar la identidad que presuponía la idea clásica de adecuación o correspondencia entre representación y cosa? He aquí donde tenemos que dirigir nuestra atención, más acá de la formalidad propia del significante, en el momento de sustitución (o desplazamiento) de uno por otro, hacia el momento en que se abre el espacio intervalar (señalado por el adverbio “para” de la definición) y el sujeto representado emerge y se desvanece en una oscilación temporal. Este es el punto donde se jugará la elaboración del objeto en los distintos dispositivos de invención. El sujeto es significante sólo en tanto está representado para otro significante; repito, no tenemos una cosa y luego la representación que un sujeto (psicológico o trascendental) se hace de ella, sino que lo representado ya es parte de la representación misma aunque nunca coincida (ni se corresponda) plenamente con ella, puesto que su efecto lo divide entre dos.

Como el lenguaje es, básicamente, una estructura binaria que excluye lo real, sólo una nominación suplementaria, un acto, permite enlazar la estructura de tres términos.

En la oscilación (o suspensión) del sujeto entre dos significantes (uno y otro) vamos a encontrar dos elaboraciones lacanianas, formuladas en dos letras o matemas: a (el objeto a) y S (A/). Con esta matematización Lacan intenta reducir a un mínimo el sentido y las posibles derivas interpretativas, para circunscribir así lo real.

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