por Fabián Becerra-Fuquen
La cuestión del lenguaje no sólo se presenta como una preocupación para la lingüística, es una cuestión que interviene donde el sujeto es por fin cuestionado. Pues es éste un asunto que atañe a todo hombre en tanto que habla y sueña.
La cuestión del lenguaje se presenta en todas las ciencias, no sólo en las humanas, sociales o conjeturales sino también en las naturales o exactas y, si se las admite, en las formales. (…) Pero esta afirmación de índole general adquiere particular relevancia y hasta dramatismo cuando se trata de discutir los modos en que el lenguaje se presentifica en el psicoanálisis. (Braunstein, 1982:7).
Pues, no es menos alarmante para el psicoanálisis dicha cuestión, desde Freud se evidenciaban elementos que daban cuenta de tal preocupación. Fue a partir del uso y el ejercicio de la palabra –comprendida por Freud a partir de la psicología como: unidad de función del lenguaje– [1], que se inaugura esta disciplina. Desde Freud, la palabra no sólo ha sido el elemento que permite evidenciar los conflictos internos del sujeto, sus pulsiones y material reprimido, sino permite establecer una dirección en la cura, dando lugar a la experiencia analítica y la ética que la rige, a partir de lo que él llamó asociación libre, evidenciando los efectos de la palabra en el sujeto. Por tanto, la palabra es el elemento representativo del psicoanálisis, pues, “¿cómo un psicoanalista de hoy no se sentirá llegado a eso, a tocar la palabra, cuando su experiencia recibe de ella su instrumento, su marco, su material y hasta el ruido de fondo de sus incertidumbres? (Lacan, 1984c:474). El punto central del psicoanálisis, no reside en otra cosa que en la palabra (bajo transferencia), y desviarse de este principio permitir que se disipe lo inconsciente, en realidad lo inconsciente no hay que buscarlo en otro lado diferente, sólo hay que seguirlo al pie de la letra [2].
Ahora bien, la palabra como lenguaje (según la definición lingüística del término) no es sólo el elemento que establece al psicoanálisis, si no a su vez, es por medio de aquella que se evidencia algo de mayor envergadura, de mayor trascendencia en el sujeto; se trata de algo que incurre fuera del alcance de la conciencia. Pues, fue por la necesidad de explicar los procesos y fenómenos psíquicos que excedían con mucho a la conciencia, con los que Freud se encontraba en su práctica, y al ver que su continuidad no podía ser referida a partir de explicaciones fisiológicas y neurológicas, tuvo lugar su teoría, evidenciando que los proceso anímicos contienen un lenguaje, que eran afirmados por una serie de contenidos que aparecían a través de excesos en las palabras de sus pacientes, y recibía el nombre de lo inconsciente (Unbewusst).
Desde muchos ángulos se nos impugna el derecho a suponer algo anímico inconsciente y a trabajar científicamente con ese supuesto. En contra, podemos aducir que el supuesto de lo inconsciente es necesario y es legítimo, y que poseemos numerosas pruebas a favor de la existencia de lo inconsciente. Es necesario, porque los datos de la consciencia son en alto grado lagunosos; en sanos y en enfermos aparecen a menudo actos psíquicos cuya explicación presupone otros actos de los que, empero, la conciencia no es testigo. Tales actos no son sólo las acciones fallidas y los sueños de los sanos, ni aún todo lo que llamamos síntomas psíquicos y fenómenos obsesivos en los enfermos; por nuestra experiencia cotidiana, más personal, estamos familiarizados con ocurrencias cuyo origen desconocemos y con resultados de pensamiento cuyo trámite se nos oculta. (…) [A esto] ninguna idea fisiológica, ningún proceso químico pueden hacernos vislumbrar su esencia. (Freud, 1992a. Pp.163-164).
De lo anterior, Freud alude un importante dinamismo que determina la relación inconsciente entre el contenido que se oculta excediendo siempre a la conciencia y el contenido que se evidencia haciéndose consciente, por lo cual, se trata de un lenguaje que supera a la palabra misma y en cuanto que la palabra es superada puede tratarse de Otro-lenguaje, probablemente uno sin palabras, sin conciencia, esto se verá reafirmado por Lacan (1984c): “se da a entender que más allá de esa palabra, es toda la estructura del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente.”
El presente artículo ha sido publicado en Psikeba Nº10, Diciembre de 2009
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